• 2024-12-03 09:04

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<em>Almamula</em>: La represión desde la culpa. 

“Almamula” (2023) es el nombre del primer largometraje del director argentino Juan Sebastián Torales quien actualmente reside en Francia donde realiza documentales para la televisión y cuenta con una filmografía compuesta por trabajos en cortometraje.

Por Mauricio Orozco para APUNTESdeCINE

En ocasiones, sobre lo más evidente está una realidad oculta, una que se presenta encriptada en la obviedad y por la que la verdad puede ser tan compleja de develar. Es posible que para lograrlo sea necesario llegar a los extremos, enfrentarse hasta las últimas consecuencias ya que si no lo hacemos podemos quedar en verdades a medias, tibiezas que incomodan e incumplen su cometido. Sin embargo esto no quiere decir que la búsqueda no genere frutos, por el contrario es una base para otras preguntas.

“Almamula” (2023) es el nombre del primer largometraje del director argentino Juan Sebastián Torales quien actualmente reside en Francia donde realiza documentales para la televisión y cuenta con una filmografía compuesta por trabajos en cortometraje.

En su historia conocemos a Nino, un chico de 14 años víctima de las agresiones de un grupo de vecinos que lo hostigan por su orientación sexual. A quien un día lo dejan gravemente herido y sus padres deciden mudarse a una casa fuera de la ciudad, cercana al trabajo de su padre en un bosque donde aseguran habita el Almamula, un espíritu que castiga a los que realizan pecados carnales.

Hay tres niveles de desarrollo narrativo que la vuelven un texto rico en cuestionamientos y reflexiones. Por un lado la inmoralidad de la homosexualidad a partir de los ojos de la sociedad y la iglesia, en segundo lugar se posiciona sobre la culpa en el acto sexual, la vinculación moralista de lo impuro en la auto exploración y definición de identidad propia. Y en tercer lugar se centra en el despertar sexual, en las juventudes y el correcto acompañamiento alejado de tabúes.

La película genera una revisión de la juventud como proceso de confrontación a los cánones, una actitud reaccionaria que no se queda en la contemplación sino que reagrupa el valor con la osadía en busca de la libertad. Nino debe descubrir que el pecado no existe, que es una construcción creada para controlar y dominar por medio del miedo, ejerciendo la culpa. A su vez, el director aprovecha para entrelazar una línea discursiva que va sobre la exploración sexual juvenil como punto de partida de la madurez, no solo como proceso físico sino como proceso de pensamiento más crítico y racional.

Y estructura una crítica que se queda corta ante el dolor infringido a la niñez cuando se les instruye bajo el temor a lo incontrolable, al castigo eterno, el más doloroso por como se nos ha pintado la idea desde lo religioso. Desnudar a cristo literalmente, para despertar la lujuria, pero que detrás esconde un terrible deseo de confrontación, una necesidad por desaparecer, un deseo que desafía a lo desconocido, a fin de cuentas el temor es con lo único que ha vivido desde que nació.

La película formó parte de la Sección Encounters de la edición 73 del Festival Internacional de Cine de Berlín (BERLINALE).

 

por Felipe de Jesus Flores Sanchez

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