“¡Trapea ahí! ¡Trapea ahí!”. Esas fueron las órdenes que antecedieron la inauguración del Aeropuerto Internacional de Tulum “Felipe Carrillo Puerto” que recibió a sus primeros visitantes con goteras en su sala principal.
Elogiado por sus propios constructores, el Cuerpo de Ingenieros de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) como una obra en la que se “cumplió la misión” -pues se construyó en un año y medio, el Felipe Carrillo Puerto fue inaugurado por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con los pisos 2 veces trapeados: la primera previo a la llegada de público en general, prensa e invitados especiales; la segunda, de manera apresurada para que el Primer Mandatario no viera los charcos que se hicieron por la filtración de lluvia.
Pasado el mediodía, mientras se esperaba la llegada del titular del Ejecutivo federal y con una temperatura de 30 grados con sensación de humedad, un chubasco antecedió su entrada al recinto y, aunque de corta duración, le pasó por agua la celebración de su quinto año de Gobierno.
Desde la estructura de acero y cristal que alude a la formas piramidales de las construcciones mayas comenzaron a caer las primeras gotas, y lo que por un momento se creyó “meras imaginaciones” se volvió una realidad en los charcos que se formaron en varios puntos del amplio salón ya repleto de público, prensa e invitados especiales.
Y, aunque varias de las gruesas gotas ya caían con fuerza sobre los soldados que formaban la banda que participaría en el evento, sus uniformes no podían ocultar con el verde olivo las manchas de agua.
Y, conforme pasaban los minutos y se hacía patente que López Obrador llegaría en breve para aperturar la terminal de Tulum, a la que ha dado el sobrenombre de “El aeropuerto de la selva”, las labores de limpieza arreciaron.
Aquí y allá se veían a uniformados con chalecos naranjas se afanaban en secar, en particular la zona de elevadores por las que entraría López Obrador.
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